Llegamos a media tarde mis padres
y yo a esa casa rural perdida en el bosque, como no teníamos nada para la cena
mis padres cogieron el coche para acercarse al próximo pueblo y comprar lo
necesario. Yo no quise ir estaba cansado por el viaje y el móvil acaparaba toda
mi atención. La noche era muy oscura y empezaba a estar preocupado y nervioso
porque mis padres aún no habían llegado,
pero aquel entretenimiento no me permitía pensar que les hubiera pasado
algo. Por desgracia el móvil se me apagó y tuve que buscar otro pasatiempo. Habían
pasado dos horas desde nuestra llegada, de las cuales una y cincuenta y cinco
minutos estuve ocupado y los otros cinco los empleé en ir al baño. Por lo tanto
lo único que conocía de aquella insólita casa era la sala en la que había permanecido
la mayoría del tiempo, que solo tenía unos estantes con libros , dos sofás y
una gran mesa camilla, y el pasillo que se dirigía al baño, que como siempre
estaba al fondo a la derecha. Así que decidí explorarla. Empecé por el pasillo de
la parte norte de esta, porque aunque fuera insólita era enorme. Dos puertas a
mi derecha y tres a la izquierda, al fondo un cuadro, una mesilla y un jarrón
de relucientes flores rojas. Pensé que era extraño que hubieran podido
sobrevivir en aquel clima sin cuidado alguno, aún así no le di demasiada
importancia al asunto. Asomé la cabeza por las puertas de las habitaciones del
pasillo; una de estas era una cocina que daba al porche, era muy amplia y
aunque la noche fuera oscura tenía demasiada luz por lo que supuse que sería de la luna. No
encontré nada especial así que retrocedí y volví a la sala principal. En la
sala también había una especie de cómoda, sobre esta una foto de una familia,
¡qué coincidencia! con los mismos miembros que la mía: un padre, una madre, el
abuelo y un pequeño perrito. Bueno, a decir verdad, mi abuelo murió el invierno
pasado por una fuerte neumonía y a mis otros abuelos no los llegué a conocer.
Decidí bajar al sótano pero allí todo estaba lleno de polvo y debido a mi
alergia di un fuerte estornudo. Subí corriendo a la segunda planta donde supuse
que estaba la habitación de mis padres y en efecto. Rebusque entre las cosas de
mi madre y encontré lo que buscaba. Un pañuelo. Un pañuelo que evitaría otro
estornudo, así que me la ate tapándome la nariz y la boca como una de esas
mascarillas de los hospitales y volví a bajar. Pasé otra vez por la sala que ya
me resultaba familiar aunque algo me llamó la atención. Ahora la imagen había
cambiado y el abuelo no estaba. Pensé que podía ser fruto de mi imaginación o
de una visión, así que bajé al sótano. Aquí encontré un juego de mesa de esos
que son para jugar en familia y como no había nada más divertido lo subí y lo
preparé en la mesa camilla. Pero como yo solo no podía decidí salir al porche a
esperar a mis padres, aunque desde allí no se veía nada. A los pocos minutos
sonó el teléfono y fui a cogerlo. La voz que sonó tras el auricular me
tranquilizó bastante. Era mi padre que me llamaba desde el supermercado. Quería
saber si había suficiente leche en la cocina. Al entrar en el pasillo que te
llevaba a esta me percate de otro extraño cambio, las flores tan vivas hacia
apenas veinte minutos ahora resultaban estar débiles y apagadas, ¿sería otra
visión?. Por otro lado había estado en el porche y juraría haber tenido
dificultad para ver dos palmos más allá de la salida y la cocina a pesar de tener
la luz apagada seguía estando iluminada. Entre en esta, rodeé la encimera y
pude ver un flexo encendido y huellas en el suelo. Salí corriendo en dirección
al teléfono, muy asustado, lo cogí haciendo un gran esfuerzo debido a mis
temblorosas manos. Les dije que volvieran y colgué. Tras quince minutos exactos
llegaron en aquella destartalada máquina que teníamos por coche y se bajaron
nerviosos de él. Les conté lo sucedido, y como siempre no me creían. Mario y su
exagerada imaginación. Se fueron a coger las bolsas y entré en casa algo
irritado. Otra vez la misma situación. La foto, el padre no estaba. Me quede
paralizado esperando que alguien me despertara y de repente la acelerada voz de
mi madre pedía auxilio, mi padre se había desmayado. Demasiadas coincidencias.
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Las almas hablaron