Hoy ha sido un día extraño.
Piensas como será. Le das vueltas una y otra vez, alterando el escenario un
poco en cada ocasión, pero en el fondo no crees que te vaya a pasar porque
siempre es a otro al que le pasa no a ti. Te imaginas una muerte sencilla,
cualquier accidente de coche a causa de unas copas de más en un día de fiesta,
o por alguna enfermedad producida por lo único que consigue templarte los nervios,
fumar. Pero mi muerte fue igual que mi vida, especial. Veréis, yo siempre creí
que teníamos un ángel de la guardia porque yo sentía una extraña presencia pero
ninguno de mis amigos sentía lo mismo. Creía que desde que nacemos somos
asignados a ... podría decirse un hermano mayor. Alguien que ira contigo a
donde vayas como tu sombra, que te seguiría hasta el fin del mundo si fuese
necesario. Pero hace un tiempo, aquella noche de invierno, por primera vez en
mi vida sentí que me había abandonado. Estaba acostumbrada a su presencia, ya
no me inquietaba, mejor dicho me sentía a gusto con ella porque era la única
persona... bueno persona o lo que realmente fuese, con la que podía ser yo
misma. Su ausencia por el contrario me desconcertaba. Pasadas tres horas de su
última presencia un sudor frío atravesó mi cuerpo hasta el punto de hacerme
estremecer. De pronto una imagen recorrió mi mente y se me nubló la vista,
apareció un corazón naranja y rojo, y después un cementerio situado a las
afueras de la ciudad. Tras otro escalofrío aquella visión acabó, no entendía la
relación de aquella gominola con el cementerio pero en ese momento no era lo
más importante para mí, sino el hecho de haber tenido una visión. No le di la
trascendencia que creo que debería haberle dado y ahora me arrepiento, pero los
días pasaron y la visión al igual que mi supuesto ángel de la guardia no
volvieron a aparecer. No perdí el tiempo en contar lo sucedido a nadie porque
realmente era eso, una pérdida de tiempo. Me habían tachado de ilusa e infantil,
sin creerse nunca alguna de mis palabras, pero ya no me importaba. Durante estos
trece años viviendo en soledad aprendí que el silencio sería mi mejor aliado.
Pero hace unos días llego una compañera nueva a clase, era tímida y reservada,
pero a la vez tenía un gran corazón y era una buenísima persona. Desde su
llegada sentí que mi personalidad y la suya encajaban a la perfección, y mi
ilusión era similar a la que tienes cuando consigues unir las dos últimas
piezas de un puzle, mi vida. Creí que esta sería mi última oportunidad de casar
con alguien como yo. Escuchaba con atención cada una de mis teorías sobre
ángeles de la guarda y visiones, que tanto tiempo había estado preparando para
que algún día cayeran a manos de alguien tan peculiar como yo. Hasta aquí mas o
menos las cosas iban bien dentro de mis desperfectos como adivina. Tras oír la
opinión de María comencé a pensar en el cementerio y caí en la cuenta de que
había gente alrededor de una de las tumbas entre los que me pude reconocer.
Aunque no conseguí leer la totalidad de las inscripciones pude ver la fecha que
correspondía con la de hoy.
Esta mañana ha amanecido más temprano
que de costumbre y el gallo de Doña Luisa me despertó de mi pesadilla, desde
que María y yo le buscábamos sentido a aquella visión e intentábamos convencernos de que era solo una
visión y nada más, soñé todos los días con aquel momento, en este caso el
escenario era el mismo, lo que variaban eran las inscripciones de la tumba.
Cada día el nombre de uno de mis
seres queridos era el que aparecía allí y hoy en lugar del de alguien de mi
familia apareció el de María. En mi cabeza se repetían las misma palabras una y otra vez.
María Laguna Mora
D.E.P
No me había pasado nunca, ni siquiera cuando aparecían los nombres de
mi madre y mi padre, los que consideraba los causantes a medias de mi soledad
durante los últimos años. Los quería y los quiero pero de una manera distinta
que a María, ella era la única que me había escuchado, la única que me comprendía
y la única que no había hecho de mis ideas un saco roto lleno de imaginación.
Por eso esta mañana puede que no amaneciese antes, tan solo fui yo que
aproveché el primer rayo de sol para separarme de aquella pesadilla.
El resto del día también fue
especial, hoy nos íbamos de convivencia, primero haríamos una larga caminata y
a la llegada al pueblo nos daríamos una ducha en el alberge y descansaríamos
alrededor del fuego contando historias de miedo. No eran mi fuerte pero nunca
llueve a gusto de todos. En el autocar me senté al lado de María y le puse al
día de mis pesadillas, que era el tema estrella de los últimos días entre
nosotras. Estábamos pendientes de las conversaciones de los chicos de atrás,
que desde sexto curso habían comenzado a juntarse mucho con las otras chicas.
Mientras tanto comíamos las gominolas que supuestamente eran para el camino, se
me acabaron pronto y cuando me giré para guardar la bolsa en la mochila todo
comenzó a tener sentido. Las mías eran ositos de gominola y las de María
corazones rojos y naranjas, sus preferidas. No sé cómo no me pude dar cuenta
antes, que inútil. Cuando María estaba dispuesto a comerse la última un nuevo
escalofrío y la misma situación. Saber a ciencia cierta que la única amiga de
verdad que había conocido iba a morir relentizo mis reflejos y no fui capaz de
impedirle que se comiese la última gominola. Justo en ese momento el conductor
frenó en seco y el cinturón de seguridad nos salvó a todos de una muerte
segura, salvo a María a quién le aseguró la suya. Estaba empezando a ponerse
blanca y a hacer aspavientos con los brazos lo que alertó a los profesores,
pero fue demasiado tarde porque el cinturón le cortó la respiración y su cuerpo
inerte cayó sobre el asiento. Ahora estoy en mi cama llorando, han sido muchos
los días que pensé en dejar mi historia en piedra pero ahora es mi última
oportunidad. Soy la única responsable de la muerte de María y he encontrado mi
escenario, ya no sirve de nada pensar que no me va a pasar porque yo misma voy
a acelerar el momento. Mi muñeca está dejando ya de sangrar. Hoy ha sido un día
muy extraño. Me muero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Las almas hablaron