lunes, 23 de julio de 2012

Relatos ¬ PEQUEÑO MONSTRO


Cuando aún era pequeña conocí a un joven soldado. Todos los días, al alba, me escapaba de mi casa y acudía a un claro del bosque donde me escondía para observarle. Mi escondite se encontraba en el interior de uno de los árboles que rodeaba el claro, en un hueco que construyo mi abuelo.

Empezare desde el principio. Pocos días antes de nacer yo mi padre murió y el único recuerdo que todavía tengo de él es un retrato de su juventud. En él vestía un uniforme de oficial con varias insignias colgadas en la solapa izquierda de su chaqueta. De las pocas veces que  mi madre me habló de él me contó que entró muy joven al Servicio Militar, antes incluso de acabar los estudios. Aunque hasta que tuvo la edad necesaria para cursar la mili estuvo acompañando a los demás soldados durante sus entrenamientos. Su primer destino fue un pueblecito del norte donde conoció a mi madre que en aquel momento trabajaba como sirvienta en una casa. Después de varios años de noviazgo decidieron irse a vivir juntos y con lo poquito que ganaban se mantenían para vivir. Deseaban formar una familia pero sus ganancias no se lo permitían entonces. Lo único que podrían dar a sus hijos era su amor, que ya de por si era un mundo pero no serviría de mucho si esa criatura no tuviese ni para comer. Otra de las cosas que se de mi padre es que se esforzaba mucho en las cosas que empezaba, pero eso solo lo sé porque mi abuelo me decía que yo era igual a él. Por aquellos días a mi padre lo convirtieron en oficial y lo premiaron por su trabajo. Durante años estuvo recibiendo una gratificación que les permitía tener una mejor vida y algún que otro capricho. Fue entonces cuando mi padre le regalo unos cuantos papeles para pintar y óleos a mi madre, que desde pequeñita le había encantado representar lo que veía : ya fuese en la arena haciendo surcos con palos o en el cemento con piedras que dejaban un ligero color sobre el suelo. A mi madre le gustó tanto aquel detalle por su parte que decidió que su primer dibujo sería para él, le pidió que se pusiese sus mejores galas y que posara para ella.  Y ese es el retrato que ahora sostengo entre mis manos con tristeza.  Del dinero que fueron ahorrando consiguieron realizar una sencilla boda. Y tras dar este gran paso determinaron que era el momento de formar la tan deseada familia. Pero aún teniendo el dinero suficiente no fue tan fácil como ellos pensaban. Después de dos abortos mi madre consiguió quedarse embarazada de mí, todos estaban eufóricos por mi  llegada: mi madre empapeló mi habitación y la pintó con colores llamativos que se resaltaban aún más en las alas de las mariposas; mi padre me construyó un precioso columpió en el jardín de la casa en la que vivían y mi abuelo decidió buscarme un lugar donde pudiese esconderme cuando necesitase alejarme del mundo. Y entonces, a tan solo dos días de mi llegada mi padre apareció colgado de una soga en el jardín, a la derecha de mi columpio. Nadie entendía porque se había suicidado justo ahora que habían superado todas sus penas: los abortos, la escasez de alimento...Todo. Justo ahora que estaba a punto de nacer la que aportaría una gran cantidad de alegría en sus vidas. El día del funeral a mi madre le entraron unas punzadas de dolor en el vientre y no le dio tiempo a llegar al hospital. Nací en un cementerio.

Para cualquier persona simplemente le daría cosa, quizá un poco de miedo, pero para mí fue una señal. Un rayo de sol. En medio de aquel lugar, rodeado por la muerte una niña nace. Y creo que ese fue el origen de todo lo que después me pasaría.

Mi madre se hizo fuerte, creó una coraza a su alrededor que no le permitía expresar ninguno de sus sentimientos. Ni el miedo, ni la inseguridad, ni tan siquiera el cariño. Y aquella persona tan alegre se desvaneció. Vivíamos con mi abuelo, el padre de mi padre. Prácticamente fue él el que me sacó adelante, con él compartía todas mis penas y mis alegrías, y fue él el que aporto todo el cariño que pudo a mi infancia. Durante mis primeros años de vida vivimos en la casa de mi abuelo pero a menudo que pasaba el tiempo se nos iba haciendo más y más pequeña por lo que nos mudamos a la antigua casa de mis padres. Parecía que hasta los muebles y las paredes se habían desvanecido con la muerte de mi padre. El primer día en esa casa fue algo extraño. En cuanto entramos por la puerta una desconocida fuerza para mí me empujaba a seguir andando, esta fuerza salía de mí, de mi interior y me llevo al lugar exacto donde había aparecido muerto mi padre. Instintivamente mi cabeza se inclinó y mi mirada se dirigió al trozo de soga que aún colgaba del árbol. Y es que nadie había vuelto a esa casa desde que se llevaron a mi padre por lo que nadie había recogido nada con lo que lo pudiese identificar. De pronto oí una voz que me llamaba "Nadya, Nadya", recuerdo que me gire pero no vi nada. "Soy yo, soy tu..." pero la voz se apago cuando mi abuelo entró en el jardín seguido por mi madre. Me recogieron del suelo, donde me había quedado dormida y me llevaron a la cama. Mi madre se quedo observando desde la puerta entreabierta de mi habitación cada una de las mariposas de la pared con una ligera sonrisa en la cara. Pero de pronto se paro y sus ojos se abrieron como platos cuando llegó a un extremo de la habitación. Uno de los papeles que había pintado estaba destrozado dejando al descubierto una extraña quemadura en la madera, tenía la forma de una mano. Después de estar varios minutos mirándola se decidió a entrar, tambaleándose cruzó la habitación hasta llegar a la pared, a la que fue palpando como si detrás de ella hubiese algo, pero antes de llegar a la extraña marca se dio la vuelta y salió de la habitación. A la mañana siguiente sentí que la misma fuerza se apoderaba de mí y me empujaba hasta el jardín, otra vez la misma voz "Nadya, cariño soy..." pero nunca conseguía escuchar la frase entera porque siempre me dormía antes de que acabase. Y así día tras día, semana tras semana ocurría lo mismo. Tres meses después de nuestra llegada oí a mi madre decirle a mi abuelo que necesitaba que fuese al pueblo a comprar una tarta. Tan solo quedaban dos días para mi sexto cumpleaños así que supuse para que la usaríamos. Mi abuelo no quería dejarme sola en casa pero era la única opción de que no me enterase  así que por primera vez en mi vida me quedé completamente sola. Aquella mañana, igual que todas las demás fui hasta el jardín y me coloque a la derecha del columpio debajo de aquel árbol tan insignificante para mí. Era el aniversario de la muerte de mi padre aunque yo no lo supiese y la voz volvió a aparecer dentro de mí. "Nadya, Nadya. Tienes que escucharme no te duermas hija. Vengarás mi muerte y la de todos  los que mato. La mano....Detrás....Encontraras...más pistas. Date prisa o será demasiado tarde" Y por primera vez conseguí escuchar la frase entera sin dormirme pero las palabras no conseguían tener sentido en mi aturdida mente y aquellas preguntas sin aparente respuesta se acumulaban. ¿Quién me habla?¿De qué muertes?¿De quién me tengo que vengar?

Aún estaba tumbada en el suelo cuando me di cuenta de que el columpio había empezado a  balancearse, y las correas chirriaban provocando una sensación de terrible miedo en mí. Salí corriendo de allí intentando alejarme de la realidad. Cogí mi chaqueta y seguí corriendo sin echar la vista atrás. Cuando por fin me había alejado lo suficiente oí un grito. No un grito cualquiera este intentaba decirme algo, pero no lograba entenderlo, detrás de este otro más. Y otro, y otro. Cuando me di cuenta de que no había ningún mensaje oculto en ellos más que el pánico y el miedo de quien antes me había hablado ya me estaba volviendo loca. La adrenalina aumentaba en mí a medida que los gritos ahogados iban desapareciendo de mi cabeza pero ya era demasiado tarde. Todo empezó a dar vueltas y caí al suelo. Los gritos cesaron pero las voces no y otra vez aquel hombre apareció en mi mente. Su voz había cambiado, era mucho más baja y sin fuerza. Se estaba muriendo. "Te quiero hija, nunca lo olvides"

Mi padre era  mi padre. Nada de lo ocurrido tenía sentido en mi cabeza mi madre me dijo que había muerto mucho antes de nacer yo pero no era así y odiaba que me mintiese. Comencé a chillar, deseaba no estar aquí. Prefería estar muerta a soportar el terrible dolor que ahora estaba sintiendo en mi interior. Me volví loca y volví corriendo hasta la casa donde empezó mi pesadilla, cogí el hacha de mi abuelo, el que usaba para cortar la leña y subí a mi habitación. Ahora que sabía la verdad: que mi padre no había muerto mucho antes de que yo naciese y que algún desalmado había acabado con su vida necesitaba venganza. Detrás de aquella mano en la pared que mi madre había intentado disimular con más papel pintado encontré una carpeta. En ella solo había fotos, fotos de los soldados a los que mi padre tuvo bajo su mando. Supuse que alguno de ellos sería el que hubiese matado a mi padre pero no tenía tiempo para investigar. La ira se apoderó de mi cuerpo e idee un plan para acabar con todos y cada uno de ellos.



Y con tan solo seis años me convertí en un monstro. Cuando mi familia apareció yo estaba manchada de sangre, tumbada en el suelo de mi habitación con el hacha en la mano.



Cuando aún era pequeña conocí a un joven soldado. Todos los días, al alba, me escapaba de mi casa y acudía a un claro del bosque donde me escondía para observarle. Mi escondite se encontraba en el interior de uno de los árboles que rodeaba el claro, en un hueco que construyo mi abuelo. Se parecía a mi padre y aln verle me sentía cerca de él. Este fue el único soldado que sobrevivió aquel terrible día.

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